30052012.06:32

9/6/12
Charlie se sentó en el escalón número 7 que pasaba por debajo del arco más emblemático de la ciudad. Eran exactamente las 7 de la mañana y empezaba a despuntar el alba, con el sol aún frío y perezoso. Se respiraba en el ambiente el pesimismo de los trabajadores que empezaban a desayunar para irse a un precario puesto. Casi se podía oír el suspiro de los parados que se duchaban y enfundaban un traje viejo para acudir a entrevistas y repartir currículums, casi sin esperanza. Los primeros rayos de sol comenzaban a hacer brillar su cabello gris y despeinado. Ése era el rasgo que más le gustaba de sí mismo. A pesar de contar con tan sólo 23 años y estar aún en la universidad, acabando su carrera de medicina, de espaldas podría pasar por un anciano. Miró en su móvil las noticias. Rescates, crisis, retroceso de derechos fundamentales... Miró su reloj y resopló. Su contacto llegaba tarde. Decidió escuchar algo de música. Se preguntó por qué escogería aquel lugar. Se preguntó por qué le escogerían a él. Quizá era su participación en el movimiento estudiantil, pensó. Pero entonces... ¿por qué él y no uno de sus líderes? Y... ¿Cómo demonios sabía aquel desconocido que ese era su lugar favorito de la vieja ciudad? Observó uno por uno cada escalón que yacía bajo el arco. Trece en total. Desgastados por el incesante paso del tiempo y de la humanidad. ¿Cuántos millones de personas habrían pasado por allí? ¿Cuántos miles se habrían sentado donde él reposaba ahora? ¿Cuántos besos de amor, robos, asesinatos, rupturas...? Si el milenario puntal gótico pudiera hablar...

- Llegas temprano.
- No, tú llegas tarde. - Dijo Charlie levantándose.

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