Sillón de Pub irlandés.

2/1/11
Si alguna vez escribiera un libro, lo haría en un pub irlandés, cerca de la ventana y viendo pasar a la gente de fuera y de dentro. Con buena música de violines y guitarras acústicas, con la típica voz de borracho cantándole a una pinta de Guinness. Con mi café, mi libreta y mi bolígrafo favorito. Y mi paquete de tabaco.
¡Ah! Que ya no voy a poder. Que queréis que os diga, el humo de los bares siempre ha sido fuente de inspiración, y si no que se lo digan a Sabina. A mí el olor a sudor reconcentrado y a cerveza derramada y agria de no limpiarse no me inspira sino asco.
¿Qué mejor manera de fumar un cigarro que en reunión con los amigos, cerveza en mano y al abrigo del bar de siempre? Y lo que apetece un cigarro con una buena copa de whisky.
O ir por la calle tranquilamente fumando un cigarro, sin tener que vigilar si hay un colegio o edificio público para cambiar el rumbo y evitar la multa y las reprimendas.
¿Y los sanitarios que fumen, y los visitantes al hospital? Salir del recinto hospitalario, teniendo todos un vasto espacio abierto en el que no se molesta a nadie.
¿Y el encender un cigarro y sonreir tirándolo en el acto porque llega el autobús?
Porque señores, en esos espacios abiertos, peor es para vuestros pulmones y para la incidencia de cáncer los residuos carbónicos y sulfurados que desprenden los escapes de vuestros automóviles. Y no digamos de la industria.
Puedo llegar a comprender las restricciones en locales cerrados... ¿pero en un espacio abierto? Un poco de cabeza al aplicar leyes señorita Pajín, quítese las Timo-Balance y deje de juntarse con la señorita González-Sinde, que no va muy bien para la cabeza.
Ala, con dios.

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