Inciso III. Bioquímica del amor.

22/11/11
Recupero actualización del fotolog. A pesar de que el conocimiento me dice ahora que me equivoqué en varias cosas, sigue siendo una buena explicación:

Nuestros genes llevan, desde que somos engendrados, un boceto bastante difuso, a mano alzada y con muchos espacios en blanco de la que sería nuestra pareja ideal. Bendita evolución, nos condiciona desde la base, sabe desde antes de nacer, qué genes les conviene a nuestra prole.

Pero no sólo eso nos condiciona, sería muy triste. En la psicología, la última tendencia en el estudio del amor es la teoría de la correspondencia: buscamos la pareja que creemos merecer.
Al parecer, ya que la psicología no es lo mío, ese boceto genético lo completamos en nuestra infancia, más o menos desde los 5 hasta los 8 años. ¿Cómo? Pues con relaciones con la familia y amigos, con experiencias personales y demás hechos “azarescos”. Así, ese mapa conceptual del “amor verdadero” está algo más completo, pero aún hay huecos que llena otro mecanismo más…

La química del amor. Lo que hace que actuemos como auténticos gilipollas, lo que hace que consideremos a una persona como perfecta y nuestra felicidad (otro proceso químico del que ya hablaré) dependa sólo de un individuo. Electricidad, diferencia de potencial o de concentración, hormonas, iones, incluso pequeños azúcares.

Hagamos un breve resumen del proceso.
Vemos a la persona deseada. PUM! Se dispara la señal de alarma, nuestro cuerpo entra en ebullición, todos los sistemas trabajan a toda prisa. El hipotálamo segrega catecolaminas que activan la producción de todas las glándulas del cuerpo, en especial de las suprarrenales, que rápidamente liberan a nuestro torrente sanguíneo adrenalina y noradrenalina, estimulando el sistema nervioso simpático. Enseguida se notan sus efectos:
-El corazón se vuelve loco.
-La presión sistólica se va a las nubes aumentando el gasto cardíaco.
-Se liberan grasas y azúcares a la sangre para quemar en los músculos (sí, estar enamorado adelgaza)
-Aumenta la eritropoyesis(génesis de glóbulos rojos) para satisfacer las demandas del organismo.

Estos efectos son los inmediatos, los que se producen en el momento y nos convierten en un flan tembloroso y con la habilidad dialéctica de un gangoso.

El Sistema Nervioso Autónomo se descontrola. Mares hormonales e impulsivas nos bloquean el pensamiento racional, activando sentimientos más simples y primitivos: orgullo, celos, miedo… Los nervios entran en máxima actividad, intestinos, glándulas lacrimales, vejiga, genitales, músculos, piel… El SNA los bombardea de información y trabajan a toda prisa: “Eh tú! Pon los pelos de punta! El que está más pallá secreta aldosterona! Vasos sanguíneos, dilataos! Ahora constreñíos!...”
Fuerza de voluntad y pensamiento racional no existen. Solo los sentimientos a flor de piel.

Todo esto es el reflejo primario, pero el sistema se refuerza con el tiempo gracias al flujo hormonal encefálico.
Y aquí entra la protagonista: Feniletilamina. Al producirse el enamoramiento primario, hay una inundación de esta sustancia en el cerebro. Activa el sistema de la dopamina (esta hormona es la del placer, refuerza comportamientos positivos y castiga los negativos). Ya tenemos el por qué si nos corresponden somos tan jodidamente felices y si no, somos tan desgraciados. También activa la norepinefrina y la oxitocina, dando lugar a la atracción sexual tan ligada al amor.
Aquí también tenemos algo curioso: estas 3 hormonas en conjunto hacen que dos enamorados pueden hacer el amor, conversar, hacer vida en pareja sin que aparezca sensación de cansancio ni sueño (por algo el sexo es mejor estando enamorado…).
Durante el tiempo que la cascada de feniletilamina siga actuando, estaremos enamorados, veremos el mundo de color de rosa, etc.

Y qué es el mal de amor? Síndrome de abstinencia de la feniletilamina. Es una jodida droga dura (es la base de las anfetaminas, de la mescalina, y del LSD), por lo que se sufre un verdadero “mono”.

Se dice que el chocolate es bueno para el mal de amores. Pues es verdad, contiene feniletilamina (aunque en muy baja concentración).

La cascada de feniletilamina tiene fecha de caducidad: es un gasto enorme para el organismo, además de que como con todas las drogas, se va cogiendo resistencia, por lo que poco a poco decae por dos motivos, la resistencia y el desgaste orgánico. Normalmente, dura entre 1 y 3 años, pudiendo durar más, o pudiendo durar menos. Tras eso está la disyuntiva de seguir juntos con otras manifestaciones más básicas de amor, o romper la pareja.
En el caso de continuar con la pareja tras la “fase de luna de miel”, el amor se mantiene gracias a las endorfinas, que dan placer aunque en menor medida que la feniletilamina.

Y esa es la bioquímica del amor, a grandes rasgos.

1 pensamientos:

Olga Núñez dijo...

En qué es en lo que te equivocaste?

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