Inciso VI. Mijas.

18/12/11

"Hay un influjo, ciertamente místico e inexorable, que une a un cierto tipo de personas. Porque reconozcámoslo, aquí todos hemos sido unos piezas. Todos hemos caido en la truculenta vorágine que es el rock & roll y su mundo, todos hemos sido envueltos en el humo de las canciones sabineras, todos somos fiesteros; y aún así, tenemos esa actitud humanitaria y de responsabilidad cuando la situación lo requiere. Esto es el Lenguaje del Mundo, en su más puro estado." dijo "Ado", en una de sus grandes divagaciones propiciadas por el ahumado sabor del Glenn McKenna de 12 años, que todos nos hayábamos degustando en aquel momento.
Y tenía toda la razón del mundo. Allí nos hayábamos "Indignaccio", gurú de los asentamientos de CR y estudioso del fenómeno migratorio; "Feli", jefa del equipo psicosocial, jurista comprometida; "Ado", voluntario de acompañamiento psicológico, grandísimo técnico y trabajador con ancianos; "Chayi", otro jefe de equipo, y psicólogo de paliativos; "Vicky", psicóloga del ERIE y genial docente; "Pino", miles de voluntariados a la vez, comunicador nato; "Cordu", Trabajadora social en filiación de ERIE, comprometida con toda causa noble; y yo, "Shavalito", Sanitario del ERIE, apasionado de la sanidad y los cuidados.
He de decir que entre todos hicimos de un fin de semana a priori aburrido, un gran evento. Con conversaciones que van desde toracocentesis hasta Sánchez Mazas y sus soldados de Salamina, pasando por el Alquimista, Sabina, y los apasionantes 80. El whisy on the rocks y el humo dominaban los ambientes y la risa era un estado inexpugnable.
Pero lo más importantes, aparte de la desconexión tan necesitada, fue el paralelismo continuo con mi vida. Las conversaciones versaban sobre los acontecimientos literarios, cinematográficos y musicales que han marcado mi vida, con una extraña tendencia a coincidir con el orden que aparecieron en mi vida... Y las coincidencias no acaban ahí. Una reconstrucción de mi vida amorosa en modo express sucedió. La primera noche divisé a "Cordu" en la barra del bar, y desde el principio le dije a mi compañero "Ado" que me llamó la atención. Me encontraba leyendo uno de los primeros capítulos de "El Alquimista" mientras venían los demás compañeros y mi Glen Mckenna disminuía. De improviso, se acercó con un sigilo de gata que me sedujo al instante, cuando, apoyándose en mis hombros, pronunció la frase que acababa de leer en aquel momento: "No sabía que los pastores fueran capaces de leer libros". Sobresaltado, la miré a los ojos, percatándome de una sonrisa burlona, pero juguetona. Cuál fue mi sorpresa, al ver que respondía perfectamente a la descripción que aparecía en el libro, dos líneas antes de la frase que casi me susurró al oido: "Era una joven típica de la región de Andalucía, con sus cabellos negros y lisos y unos ojos que recordaban vagamente a los antiguos conquistadores moros." Se sentó a mi lado, con su propio whisky y comenzamos a charlar. Nos presentamos, y mi nerviosismo crecía por momentos. Tenía esa belleza embriagadora que me recordaba a mi primer amor. Ella debió percatarse de esto, ya que me propuso dejar el libro y salir a fumar un cigarro. Seguimos hablando, a solas, quizá durante una hora, quizá más, quizá menos. Pero la conexión era evidente. Sobre todo cuando el primer aluvión de pasado nos vino a ambos. A mí por su profesión, a ella por mis constantes alusiones al maestro. Y entonces, para qué más detalles... Ya sabéis, copas, risas, excesos... Nos despedimos en la puerta de su habitación, ella estaba cansada y yo debía un Mckenna a "Chayi", además de una conversación sobre cuidados paliativos. "Mañana nos vemos" dijo, tras un dulce beso. Durante el resto de la noche; aparte de las gratificantes conversaciones de nuestro grupo sobre paliativos, protocolos sanitarios, sueños y cachondeo puro y duro; reflexioné. Momentos antes, un paralelismo enorme con mi pasado había ocurrido, y me sentí cómodo. Recordé tiempos mejores, todo hay que decirlo. Pero también recordé tiempos peores, consecuencia del fin de los buenos. Una suerte de amarga melancolía con retazos de felicidad. La noche acabó, y al día siguiente me reencontré con "Cordu". Nos sentamos juntos en la charla y nos reimos bastante. Conversamos sobre Córdoba, su ciudad natal y comenté que al año siguiente estaría allí. Hicimos un trato. Seríamos aves de paso ese fin de semana, para que a la vuelta no hubiera ni siquiera contacto por redes sociales; con la condición de que el primer día de mi estancia en Córdoba, la visitaría en su despacho de Cruz Roja. Acepté, sintiéndome Ted Mosby por un instante. Pero interiormente, Barney me decía: sabes que no lo harás. Pensé que las circunstancias decidirían, teniendo claro que si mi situación no cambia en estos 9 meses, sería un "no" rotundo. Subimos todos al pueblo, descubriendo la cerveza malagueña y unas vistas que nos enamoraron a todos. Esa tarde, algo curioso pasó. Tras la preparación de la intervención, todo el mundo decidió descansar y nos quedamos solos "Vicky" y yo. Estuvimos hablando de estrategias en el desierto hotel, al calor de unas cervezas y unos billares. Ella no sabía jugar demasiado bien y en un momento en el que le ayudaba con un tiro complicado, volvió la cara con un desparpajo que me sonaba y surgió una pequeña chispa. Qué más decir que dejamos las cervezas y la partida a medias. En su habitación decidimos mantenerlo en secreto. Y dormimos. Miento, yo no. Tuve una segunda epifanía. Su profesión me recordó a mi última mala época, y su actitud y su pasión política, mi segundo y más grande amor. Esa melancolía amarga y con retazos de felicidad volvía a mí. Esa noche transcurrió con todos juntos, de nuevo al calor del elixir ahumado que es el Mckenna, con el maestro de fondo, conversaciones trascendentales... y a dormir relativamente temprano.
El simulacro. La activación y la información llegó tarde. Sabíamos que habría situaciones sanitarias y de contacto con extranjeros. En mi equipo fui el referente de ambos, aún siendo el más novato. Creo que desempeñé ambas funciones con soltura, ganándome las felicitaciones de la responsable autonómica psicosocial. Y finalmente despedidas, abrazos, besos, intercambio de correos, teléfonos y facebooks... Y vuelta a casa. Me olvido deliberadamente de anécdotas, ya que serían difícil de entender muchas, y la experiencia principal del fin de semana, lo que realmente me ha marcado, queda reflejado.

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