En la estación de las dudas.

31/5/12
Es inútil a estas alturas intentar ocultar que la muchacha de ojos tristes SÍ tiene nombres y apellidos. No siempre los ha tenido, pero como el concepto que es, dádiva de mi inspiración, ha acabado atribuido a una persona. Mi subconsciente lo susurraba, gritando a mi neocórtex, el cual lo negaba con todas sus fuerzas...
Una lucha incansable que agotaba cuerpo y mente, hasta que finalmente no ha quedado más remedio que aceptarlo. Sin embargo, en lugar de traer la tan ansiada paz al corazón, ha levantado un mar de dudas e inquietud. ¿Es un imposible? No lo sé. Es una de cal y otra de arena. Y aquí me hallo, aprovechando el único papel que tengo a mano, con la felicidad más a mano que el papel... Pero el miedo me paraliza. No me deja cruzar esa puerta. ¿Qué son, 3 metros, 4? El miedo me impide hablar y me sume en insufribles pensamientos de fracaso. Lanzo una pregunta al aire pero es imposible de contestar. Solo ella, tú, muchacha de ojos tristes, tienes la respuesta. Y el miedo vuelve a atenazarme. Hay tanto que perder... Aunque la ganancia supera con creces el riesgo de pérdida, hace pensar que no merece la pena intentarlo, que es mejor olvidar... No sé, no puedo interpretar ninguna de las señales, me parecen todas tan equívocas... Necesito una señal clara, peque. De mientras, mi cobardía se va a dormir conmigo, mientras tú puede que estés esperándome tan cerca que incluso asusta. Es raro ver la amistad convertida en este "algo más". ¿A qué podemos llegar? Imagínalo, y que se te marque una gran sonrisa en la cara, porque tú tienes la respuesta.

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