Inciso XII. Me ponen...

... los ojos verdes como aceitunas; los ojos negros como las otras aceitunas. Pero pasando del castaño a oscuro, como el azabache, como la profundidad insondable de la tinta china que tatúa mi cuerpo. Los ojos azules, límpidos como el mar en calma, como el cielo despejado del veranillo de San Martín. Las curvas imponentes donde hasta el más avispado de los conductores suicidas se estrella. Los labios enfundados en un carmín de pasión desenfrenada, ciertas palabras saliendo de esos mismos labios, el humo acariciándolos, el cigarro manchado de pintalabios. La piel impoluta, cual pálida muñeca de porcelana. La mezcla de sensualidad y dureza al vestir; las cabelleras sin fin, ya sean tono de atardecer onubense o del color de aquellas otras aceitunas. La sonrisa pícara y sincera de la que se siente segura. La misteriosa; la niña mala dentro de la chica ejemplar; aquellas que viven con "Peor para el sol" como bandera. La sencillez, la soltura, la poca vergüenza, los pantalones de cuero, echadas pa'lante, los zapatos de tacón y cerveza en mano.