XLV.

14/1/12
Dejó volar su mente. Su espíritu incorpóreo recorrió las calles que debería haber estado pisando en esos momentos. Veía pasar mercadillos, una plaza que despertaba un gran espíritu de indignación en él, cafeterías donde se pasaría el día escribiendo, el estadio de fútbol de su equipo, un barrio con magia, bares, hospitales, bancos y parques. Y como siempre, frente al Teatro Rialto, el espíritu del hombre del traje gris se resignaba, cabizbajo y suspiraba. Porque ella entraba sin percatarse de su presencia, de la mano de un cualquiera. "Ahhh, darling... Si tú supieras..."

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