Islas para naufragar.

9/2/12
Miré al horizonte. Sonreí y solté el timón, únicamente para desencajarlo de una patada. Los demonios habitantes de mi fragata me miraron sorprendidos. Estaban convencidos de que los grilletes y cadenas que simbolizaban jamás se desvanecerían. Se abrió la puerta del capitán. Salió, renqueante, vencido, pero con más fuerza que nunca. Volvió a mirarme a los ojos, a sabiendas de que era incapaz de sostener su mirada, y volvería a mi posición. Pero no esta vez. "¡Disuélvete en los vientos de sal, bellaco!" Mi determinación era más fuerte que el oleaje y los desbocados alisios huracanados. Volví a ser el único habitante de aquella destartalada embarcación. Tomé el sombrero de capitán. "El capitán de mi alma, el dueño de mi destino" rezaba la inscripción del cabecero de la fragata. Me senté allí y observé aquello que había despertado mi espíritu. Tierra. Una isla. Iba directo a encallar en su costa.

0 pensamientos:

Publicar un comentario