El alba me persigue.

29/4/12
Conduzco. Llevo mi coche hacia ningún lugar, mientras la lluvia repiquetea en las lunas. La cabina se llena de música, palabras y el ambiente empieza a asfixiar. Empieza a despuntar el alba por el retrovisor, pero por delante sólo hay oscuridad. Aparco y me tumbo en el capó, a disfrutar del viento que silba por los resquicios que los cascos dejan en mis oídos. Suena música. La lluvia acaricia mis mejillas... ¿Seguro que es la lluvia? Me incorporo.
Enarbolar ideologías es de gente pobre. De mente, claro. Sois la escoria. Os rapáis la cabeza o parte de ella, os dejáis el pelo inexplicablemente largo, os hacéis rastas. Y ni siquiera os gusta. Es vuestro puto sentido de pertenencia social, vuestra necesidad de encasillaros. Compráis ropa a corporaciones que se lucran por ser abanderadas de vuestra causa. Cada vez que os compráis unas Doc Martens, una cazadora Harrington, una camiseta del Ché, una bandera republicana, anarquista o con la cruz gamada, un chaleco Lonsdale... Estáis poniendo un plato de langosta enfrente de un gordo capitalista. Y luego os quejáis de quien sigue a la MTV porque blablablabla. Ni me molesto en poner vuestras razones, porque blablabla es lo que escucho. Luego para haceros vuestros putos porros que nublan vuestra mente y os convierte en mayores borregos de los que sois compráis OCB. Y os importa bien poco que nutra al partido de Le Penn. Y seguís con el puto tabaco, que os provocará un cáncer con el que con los impuestos de todos pagaremos quimioterapia carísima a los lobbys farmacéuticos contra los que lucháis. Todo por ser rebeldes ¿eh? Seguid siendo ecologistas de mierda, usando los coches más contaminantes y quemando rueda cuando os vais de borrachera por ahí. Seguid usando sprays de pintura con CFCs para proclamar ideologías en paredes de colegios, guarderías, institutos... Hipócritas. Todos. De extrema ignorancia de la izquierda, de extrema subnormalidad de la derecha. De votantes borregos que mientras puedan seguir asegurando su futura cirrosis los viernes en el puerto les da igual todo. De quienes se quedan en sus casas y no luchan por sus derechos, ya sea por miedo, ignorancia, o porque en el sofá se está de lujo.
El sol por fin sale, la lluvia se calma. El mar empieza a reflejar la luz de un nuevo día y yo me pongo las gafas de sol. La música cambia. Ha pasado de indignación a suaves acordes.
Una señora en la calle, una zorra en la cama. Ese es otro rasgo de la muchacha de ojos tristes. Tu imagen cada vez queda más definida, y sin embargo, cada vez estás más lejos... ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser que cada vez que veo tu luz en una mirada, desaparezcas fugazmente? Tú, tú y tú. Cada vez estoy más convencido de que juegas con mi mente. Te acercas, desapareces. Me sonríes y vuelves a desaparecer. Me coges de la mano y cuando estoy a punto de confirmar mis sospechas... desapareces. ¿Soy demasiado exigente...?
Bostezo. Es hora de ir a dormir. Dejo atrás una pequeña ofrenda al calor del sol. Una pequeña caja, blanca y roja. Un envoltorio. Una pulsera. Gracias Abril, por ayudarme a dejar atrás esos tres aspectos. Gracias Abril por darme a la muchacha de ojos tristes. Adios, Abril, hasta el año que viene.

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